La situación actual de la
sociedad ha hecho que se pierda el sentido de la sostenibilidad sobre todo
desde el inicio de la revolución industrial y con la globalización. No
solamente lo que respecta a aspectos puramente ambientales, sino que también
aspectos relacionados con la socio-economía. Aspectos como la obsolescencia
programada, la democratización de las tierras y de la energía, o los huertos
urbanos redundas positivamente en la sociedad y en la sostenibilidad de la
sociedad. Además, el problema de los pueblos abandonados, eliminar
intermediarios comerciales, simplificar las comunicaciones, ahorrar energía y
respetar los entornos naturales y los ríos posibilita una mejor concepción del la
sostenibilidad mundial. Pero veamos que significa el concepto.
La
sostenibilidad se refiere, por definición, a la satisfacción de las
necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras
de satisfacer las suyas, garantizando el equilibrio entre crecimiento
económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social. De aquí nace la idea
del desarrollo sostenible,
como aquel modo de progreso que mantiene ese delicado equilibrio hoy, sin poner
en peligro los recursos del mañana.
De aquí podemos extraer varios conceptos más, como
la definición de sostenibilidad
ambiental, que es aquella que pone el acento en preservar la
biodiversidad sin tener que renunciar al progreso económico y social; la sostenibilidad económica, que
se encarga de que las actividades que buscan la sostenibilidad ambiental y social sean
rentables, y la sostenibilidad social,
que busca la cohesión de la población y una estabilidad de la misma.
En definitiva, la sostenibilidad y el desarrollo
sostenible funcionan siguiendo el principio de que no se pueden agotar los
recursos disponibles de forma indiscriminada, hay que proteger los medios
naturales y todas las personas deben tener acceso a las mismas oportunidades.
El
desarrollo sostenible debe plantar cara a grandes problemas a nivel
global que
deben solucionarse si realmente queremos conseguir una sociedad más sostenible:
por ejemplo, el efecto invernadero o la destrucción de la capa de ozono en
términos ambientales, el acceso al agua potable o la superpoblación en términos
sociales.
En cuanto a la economía, sería conveniente empezar a utilizar
diferentes indicadores macroeconómicos de carácter social y ecológico para
evaluar si las empresas son, además de rentables, sostenibles. Nos
referimos a indicadores como el porcentaje de su transporte que realizan de
modo sostenible, el porcentaje de energías renovables que utilizan, la
superficie de tierra que explotan de modo sostenible, por citar algunos
ejemplos. De esta manera, el sistema económico mundial empezaría a basarse en
un crecimiento que tuviera en cuenta cómo éste afecta tanto a la sociedad como
al medioambiente, lo cual no sucede con el indicador actual (el PIB).
La
necesidad de apostar de una forma definitiva por las energías
renovables es otro de los grandes problemas a los que se enfrenta la
sostenibilidad: el
consumo de energías tradicionales, como el petróleo, está suponiendo un
desgaste ambiental que muy pronto será irreversible.
Aun así, el primer objetivo
que tiene que alcanzar la sostenibilidad es conseguir crear una conciencia
global: debemos entender, de una vez por todas, que
vivimos en un planeta interconectado, que nuestras acciones afectan a los demás
y que las decisiones que no tomemos hoy
repercutirán sobre nuestros hijos e hijas mañana.